Sin duda que corresponde a un tema muy controversial. Durante mucho tiempo se ha considerado que nuestros animales no poseen sentimientos, inteligencia y menos aún, una conducta emotiva frente a un gran estímulo sensitivo, como podría ser un dolor intenso. La medicina moderna ha ido avanzando a pasos agigantados en la investigación de la mente humana, en la existencia de nuevas estructuras de interconexión nerviosa y de la presencia de nuevas enfermedades que pueden afectar al sistema nervioso en forma inexorable, como es la existencia de proteínas mutadas que son capaces de introducirse al genoma neuronal e inducir la muerte de estas células tan importantes, sabemos que este descubrimiento de los priones fue galardonado por el último premio Nobel de medicina.

Actualmente en nuestro país, se están realizando investigaciones muy interesantes sobre el desarrollo morfofuncional del sistema nervioso central y de las distintas reacciones conductuales y psicofisiológicas frente a la administración experimental de drogas clasificadas como psicofármacos, obteniéndose resultados muy importantes para la medicina humana. Pero, si uno se pregunta, ¿qué modelos biológicos utilizan estos investigadores en sus proyectos?. Nos daremos cuenta de que los realizan en animales de experimentación que son de poco uso, como por ejemplo, los gatos, los perros y los monos que han ido transformandose en 'herramientas' de trabajo muy útiles para estos fines.

Pero, para que estos animales sean realmente necesarios en los modelos de investigación, es importante considerar que los resultados obtenidos de la utilización de ellos sean factibles de ser extrapolados al hombre, y en la práctica así sucede.

Estos organismos, denominados por muchos como nuestros 'hermanos menores', cuentan con la totalidad de las estructuras neuroanatómicas que existen en el ser humano, existiendo quizá algunas diferencias inespecíficas que pueden explicar algunas respuestas no esperadas a nivel de las investigaciones. Pero éstas, han estado lejos de ser trascendentales, como sí lo es, el saber que estos seres, al igual que nosotros, son mamíferos con toda la arquitectura necesaria para relacionarse con el medio externo, también llamado ,,ambiente' y el medio interno, tan dependiente de éste último.

¿Sienten dolor nuestros animales?

La percepción nociceptiva o de dolor en los animales definitivamente existe, y más aún, se ha descubierto que poseen una estructura incluso más sofisticada que los seres humanos. El dolor es un tipo de sensación que se presenta siempre como aviso de que se está produciendo un daño a nivel orgánico. Por este motivo, el organismo animal está integrado por una gran infinidad de receptores nociceptivos en las diferentes partes del cuerpo. Por ejemplo, es muy bien sabida la existencia de nociceptores en las serosas o membranas que cubren las vísceras y las cuales responden frente a una distensión. Estos tipos de receptores son llamados receptores unimodales, por que solo se estimulan cuando hay elongación o falta de sangre en ellas y responden con un dolor agudo denominado pungitivo o epicrítico. También existen los receptores polimodales o aquellos que responden a diferentes patrones de estimulación, como por ejemplo en la piel, donde una presión moderada sólo informa de una sensación táctil, sin embargo, si se exacerba el estímulo, esta sensación de presión puede transformarse en una sensación de dolor.

Este viaje del estímulo nociceptivo continúa hacia la médula espinal a través de unas fibras específicas denominadas fibras C y fibras A delta. Las fibras A delta serían las responsables de transmitir el dolor agudo o pungitivo y la fibras tipo C serían las encargadas de impulsar la información de tipo crónica, dolor muy característico en enfermos de cáncer o poliartritis, donde no se puede precisar el lugar exacto de donde se origina. También es denominado dolor irradiado.

Una vez que llega el estímulo a la médula, el organismo es capaz de permitir la continuación de este viaje hacia la percepción del dolor a nivel cerebral, o de impedirlo a través de la existencia de la denominada 'puerta de entrada nociceptiva' (zona gelatinosa del asta dorsal de la médula) que está fuertemente influenciada por aferencias inhibitorias del dolor. Un ejemplo fascinante de ésto es la presencia de la confluencia a este nivel de las fibras denominadas gruesas mielinizadas, las cuales transmiten información sensitiva no nociceptiva, como la del tacto, temperatura, propiocepción, etc. Este hecho explica la conducta de sobarse el área de la lesión que está induciendo dolor, justamente para cerrar esta puerta antes mencionada. En algunas oportunidades la noxa es tan intensa que se sobrepasan las barreras antinociceptivas.

Si la puerta logra ser abierta, el estímulo del dolor continúa viaje hacia el lóbulo parietal, que es la estructura central de integración de las sensaciones por excelencia. Pero a este nivel de la médula espinal, las fibras nerviosas se decusan (o cruzan) hacia el lado contralateral del viaje y otras prosiguen por el mismo lado hacia el cerebro. En los gatos, se han descubierto muchas fibras que decusan, a diferencia del ser humano, y por lo tanto la tractectomía nociceptiva (cortar las fibras quirúrgicamente) en el lado del dolor insoportable, como ocurre, por ejemplo en un cáncer óseo de una extremidad, no sería eficaz en los felinos para controlar este dolor.

Una vez que el estímulo llega al cerebro, éste debe necesariamente pasar por una estructura nerviosa vital denominada tálamo. No existe vía sensitiva que de una u otra manera no tenga relación con esta estructura. Desde el tálamo, la información del dolor se dirige hacia varios rumbos, siendo los más importantes las fibras que se dirigen al lóbulo parietal, al sistema límbico y aquellas que terminan en el hipotálamo. Las del lóbulo parietal, son codificadas como dolor propiamente tal; las del hipotálamo son las responsables de la reacción hormonal adrenérgica que ocurre frente a un dolor intenso y las que se dirigen al sistema límbico, otorgan el componente emocional al dolor, vale decir, la sensación de malestar psicológico frente a este estímulo. Es aquí, donde podemos asegurar con cierta tranquilidad, que nuestros pacientes sienten dolor, inducen una respuesta marcada de stress frente a éste y que al mismo tiempo les hace 'sufrir' por la presencia de dicho estímulo.

El organismo posee muchas vías para controlar el dolor, que no cabe en esta publicación mencionarlas, pero todas éstas se dirigen también hacia la zona gelatinosa o puerta de entrada al dolor, para impedir que éstas se abran y permitir así el 'viaje' del dolor antes mencionado.

¿Tendrán inteligencia nuestros animales?

Antes de abordar este conflictivo tema, debo indicar que lo que se expone aquí, es una apreciación absolutamente personal y que no necesariamente es la realidad.

Si uno pudiera definir el concepto de inteligencia, podríamos mencionar que es la capacidad de un ser vivo para lograr resolver un problema que lo afecta. En estudios de etología, están muy bien documentado una inmensidad de estudios interesantísimos que tienen que ver con el resolver problemas de distintos niveles de complejidad. Son muy bien conocidos los estudios en simios expuestos a tareas que solucionar, los cuales han respondido en forma deslumbrante, o aquellos estudios en delfines que no nos dejan de maravillar. No cabe duda que la respuesta a estos estudios, depende de gran manera de la posición de ellos dentro de la escala zoológica;. no es lo mismo un hámster en estudio, que un delfín o un papión dorado.

Pero, nuevamente nos encontramos con el cuestionamiento, del porqué tendrían que tener inteligencia los animales superiores en la escala zoológica, y más aún, dentro de éstos, porqué algunas especies y otras no, y porqué algunos sí responderían por instinto.

Lo que sí es incuestionable es lo relacionado, nuevamente, con la estructuración nerviosa de estos animales 'superiores'. Ellos poseen también el centro de la inteligencia y del pensamiento; el lóbulo frontal, el cual determina también la génesis de los tractos o vías nerviosas que controlan la actividad motora voluntaria. Esta última área frontal está muy desarrollada en los animales, a diferencia de la zona prefrontal que es la porción que dice relación con la inteligencia o el pensamiento antes mencionado. Esta última zona es la parte frontal menos definida del cerebro humano y debe insistirse aquí, que los animales también la poseen, pero con menor grado de desarrollo.

Si nuestros animales poseen estas estructuras tan fundamentales para desarrollar conductas parecidas a las observadas en el ser humano, ¿porqué nos cerramos a la posibilidad real en ellos, de la existencia de actitudes tan propias o quizá injustamente asignadas sólo al hombre, como son la inteligencia, la emotividad y la motivación?

Personalmente en mi práctica profesional, me ha tocado observar conductas en perros tan impresionantes en lo referente a la capacidad de resolver problemas, que no me queda otra posibilidad de al menos cuestionar la inexistencia de las virtudes humanas en los animales. Obviamente que estas observaciones inducen la posibilidad de iniciar a futuro investigación al respecto, conjuntamente con profesionales dedicados a la etología y la neurología. Quizá aprendiendo más al respecto, podremos trabajar de una forma más responsable con nuestros animales, tanto en el ambiente productivo como en el quehacer clínico y por otro lado realizar aportes inmensamente importantes para el desarrollo de la especie Homo sapiens .